La mataron. by Tony Cantero Suárez

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De cuerpo imberbe cegado por una ola de rayos, de


curvas rectas y cantos, de esbeltas piernas y encantos


adorados. De ojos negros apagados por los desencantos


románticos mundanos, por cada hombres que ha amado;


de piel que gime soñando y olvidando que ha plegado.




Brilla el cristal en sus labios, afila el rostro al tocarlo


y frunce el ceño en mil pedazos. Piensa al azul de su


cuarto y ve orando al sudario de sus santos; la sé


rogando. Y tinta en sangre se va pura a un mundo


anárquico; y en dirección del cadalso la veo orando.




La mataron, por querer tanto; la mataron…




¡La mataron; la mataron por querer tentarlo!




Sobre su cuerpo plateado se quema en prendas el


pasado meditándolo, la pena ardiente, el quebranto,


lo mal dicho y lo no osado. Su blanca carne al probarla


advierte el fino pecado; y por el suelo ya acostados,


nos desmoronamos amándonos desnudos y descalzos.




Pero sus besos son ácidos, valga la rima y el tango; flor


de vagina nadando, nata blanca sabor mango madurado.




Agota tinta y ya oronda parte a su viaje olvidándonos,


la dejo escapar un rato y en versos la sigo amando, me


toca y toco la gloria como pluma en camposanto. Y


siento su espíritu bogando atolondrado, sobre la corola


de mi góndola, rio abajo. Apresado en mil orgasmos…




Y navegamos rio arriba y en cuestas altas nos calamos,


los ojos cerrados y pegándonos. Y la predije amapola,


pues me endrogó vuelta loca con su boca temblorosa


de tierna tórtola de campo. Y volvió al suelo ya loca, a


sofocarse entre mis brazo, sobre las piedras y gajos.




Pero no pudo acabarlos, pues al sol clamó llorando; y


repitió me mataron, por haber querido tanto…




La mataron, la mataron por haber tentado al diablo.




Y yo he pagado la adicción, no la victoria, pues su roto


corazón de dama sobria, se ha encerrado en un panal


de abejas sordas; y se ha dejado a cuenta gotas morir


sola. La mataron, la mataron con calibre de arma corta;


y luego le explotaron bombas, calumniosas y piadosas.




Y hoy su alma por mi limbo vaga a solas; y el recuerdo


de su efecto me enamora la memoria y las retoricas.




La mataron, la mataron por sus fuegos fatuos y por


fiarse de las hordas prehistóricas que caen a besos


tallados. Que clavan puñal y dardos por la espalda y


por el flanco; y ahora su pecho al besarlo, sabe a rayo


ensangrentado que se arruina hasta el cadalso.




Y yo cierro un poemario no editado; sin firmarlo.




¡Y lloro pues la mataron; y vino a morir a mis brazos!





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